Y de pronto un día despiertas y el Planeta se encuentra más sano.
Caminos en silencio, ciudades calladas, aguas transparentes, aire más puro, un horizonte claro, estrellas destellan en el firmamento… ¿es real este momento?
Los seres humanos deben estar guardados en sus hogares, “cuarentena” la llaman… aunque su tiempo sea indeterminado.
Aparece en el orden mundial algo invisible a la mirada de la gente, un virus poderoso y mortal que no distingue entre clases sociales, dejando sin aliento hasta a los más poderosos, cuicos y ricos.
Virus que por el momento mantiene en alto su “corona”, no existiendo medicamentos ni vacuna que lo frene y destruya, salvo el aislamiento físico entre personas.
Con el confinamiento, el trabajo se detiene, la cadena de pagos se corta, las compras se interrumpen, y el mercado se fragmenta.
Una «corona» que no pertenece al poder, un virus que al capitalismo desmorona.
Palabras se repiten en diversos medios de comunicación: confinamiento, aislamiento, encierro, cuarentena, toque de queda.
Surgen temores: no solo a la enfermedad, sino también al vacío interno y aburrimiento.
Se produce una caída de hábitos sin precedentes para las generaciones actuales, ¿qué hacer con tanto tiempo libre, dentro de casa?
Re acondicionar el espacio del hogar para poder realizar actividades, dando lugar a nuevos hábitos temporales: armar un mini gym, retomar lecturas postergadas, limpiar una y otra vez sobre lo limpio… pero parece que nada alcanza. En algún momento algo hace ruido, y no es la panza…. ruidos internos de angustia y vacío.
De estar la mayor parte del tiempo con compañeros de trabajo, se pasa a tener que convivir con la propia familia por horas y horas, ¿qué sucede cuando aquello anhelado se vuelve real? El peso del temor a la concreción de lo deseado, un desafío en tiempo presente de aquello soñado en el pasado.
Pero les hago una invitación a pensar por un instante más allá del peso del encierro y de lo terrible de la situación a nivel global:
¿Cuándo se está más encerrado: ahora en el propio hogar, o desde hace años al correr en una rueda enloquecedora para intentar tener dinero y trabajo, buscando ansiadamente éxito y reconocimiento?
¿Aburrimiento en la casa, o «ratas audaces» en el laboratorio de un perverso sistema de mercado que impone valores falaces?
El planeta Tierra enfermo de hace años del “Humanus virus” se está curando y purificando.
¿Por qué no pensar este freno a la vorágine del mundo como un replanteo de las prioridades de la humanidad, y posibilidad de apertura hacia nuevos rumbos?
Para finalizar, una reflexión: a veces un equilibrista necesita caerse del sistema en el cual hacía malabares y darse un buen porrazo para despertarse.
Acomodar las ideas y pararse sobre un nuevo suelo.
Una tierra fértil de esperanza que lo lleve a nuevas opciones de pensamiento, re-conexión con el propio mundo interno, para lo cual es necesario sentir vacío y aburrirse (no desesperen… es parte del proceso).
Equilibristas de la vida, respeten sus tiempos internos, permítanse generar nuevas raíces, construir nuevos proyectos, inundarse de deseos, y poco a poco dar lugar a renovados sueños y anhelos.
¡A purificarse, como el querido planeta!
Texto: Lic Germán Rothstein.
Contribución Imagen Portada: Garg Fotografía.
Contribución Gráfica «Consumismo»: Max Feito.
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Cómo siempre… Magistral. Gracias, gracias, gracias
Realidad tangible , que nos desconcierta , y nos aleja a la vez del transcurrir de la vida , nos atemoriza el desconocimiento del porvenir , y nos crea un sufrimiento por lo que viene y pueda afectar a los nuestros….