El mundo se ve enfrentado a una pandemia ocasionada por corona virus. Una manera de frenar su avance es el aislamiento social, razón por la cual diversos Estados han dictado desde “cuarentenas obligatorias” a “toques de queda” para evitar que las personas circulen y entren en contacto.
Considerando esta situación haré referencia a Giorgio Agamben, un filósofo italiano que desarrolla el concepto de “Estado de Excepción”: es ese momento del derecho -que se supone provisorio- en el que se suspende el derecho precisamente para garantizar su continuidad, e inclusive su existencia. El estado de excepción, en cuanto figura de la necesidad, se presenta así -junto con la revolución y la instauración de facto de un ordenamiento constitucional- como una disposición «ilegal» pero perfectamente «jurídica y constitucional», que se concreta en la producción de nuevas normas. El estado de excepción no es una dictadura, sino un espacio vacío de derecho, una zona de anomia en la cual todas las determinaciones jurídicas -y, sobre todo, la distinción misma entre público y privado- son desactivadas. El estado de necesidad no es un «estado del derecho», sino un espacio sin derecho (se presenta como la anomia que resulta de la suspensión del derecho)”.
En la situación actual, el “Estado de Excepción” surge por necesidad de preservar la salud de la humanidad, suspendiéndose la posibilidad de transitar libremente por la vía pública, y reunirse en grupos. Además, comercios cierran, las compras cesan, solo manteniéndose en funcionamiento locales de comidas, farmacias, centros de salud y otros rubros ligados al transporte público (que funciona con restricciones).
La actividad económica de los países se paraliza y resiente.
De esta manera, puede pensarse que se está generando una grieta a un sistema gigante, que parecía invencible y “todo poderoso”: el Mercado… mercado que comienza a estar agrietado.
Consecuencia de esta grieta gigante, es un buen momento para replantearse otras fisuras que dan respiro a la subjetividad, las cuales cobran una mayor fuerza oxigenando al mundo interno en tiempos de encierro en el hogar, especie de “abono para un resurgimiento más saludable”.
Entre ellas, la atención psicológica como un espacio a replantear, ya que al no poder desarrollarse de manera presencial, surge como alternativa la conexión remota u online, a través de internet. Sosteniéndose así, un lugar que permite al sujeto conectarse y pensarse desde su mundo interior, en momentos en que el acceso al mundo exterior, se encuentra limitado.
Además, otra fisura muy importante es el arte como una apertura a decir, para denunciar las falencias e injusticias.
El arte habla, aquello que el sistema de poder calla. Es una posibilidad de expresar lo terrible de vivir en sociedad.
En el arte, se articula la expresión creativa y lo lúdico, al decir de Albert Einstein: “la creatividad es la inteligencia divirtiéndose”. Aunque se esté encerrado/a, el arte permite libertad interna, viajar sin desplazarse físicamente, manifestando muchas veces aquello que las palabras no alcanzan a decir.
No es fácil el momento que se está viviendo, personas confinadas en sus casas, comienzan a sentir el vacío y la desesperación del encierro… pero atreverse a tolerar el proceso sin entrar en pánico, re-posicionarse y darse la oportunidad de imaginar nuevos proyectos y sueños, en los cuales pensarse a uno mismo y dar lugar a otros, para que puedan expresar sus emociones, pensamientos y sentimientos.
Texto: Lic. Germán Rothstein.
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Buen texto licenciado german att lunita
Muy buenoo!! Saludos!!