«Oídos aturdidos»

Día a día cada persona está expuesta a diversos discursos y sonidos inevitables, que forman parte de una atmósfera que rodea y envuelve.

Ruidos de fondo, sordos compañeros de la vida cotidiana.

¿Cómo manejar esos ruidos no elegidos que invaden el mundo interior?

Generalmente, se suele hacer como que no se los escucha, costumbre inevitable.

Pero en determinadas ocasiones, ciertos ruidos se vuelven figura, molestando con insistencia, agotando la paciencia.

Ruidos, ruidos y más ruidos. ¡Oídos aturdidos!

Ante el pedido de silencio, esos otros con falta de empatía, picotean el cerebro con un discurso repetido, insoportable y padecido.

Picotazos de supuestas verdades y certezas absolutas, insisten con una agresividad disfrazada. Violencia discursiva, sumamente invasiva.

Si no es posible dejar de escuchar, otra estrategia hay que utilizar: restarle importancia a eso que insiste en afectar, significando diferente ese discurso irreverente, no dejando que ocupe lugar en la mente.

Despojarse de ruidos ajenos, escuchando reflexiones y deseos propios, sin tanta contaminación, constituye un inicio de clarificación.

De esta manera, parte de crecer es creer en escucharse a uno mismo, dando lugar a voces constructivas que inviten a pensar, animarse a descartar aquellos discursos que pretenden imponerse como verdad y la cabeza intentan quemar.

¿Quién enseña a escuchar?

En la escuela, no hay materias que enseñen a distinguir entre los pensamientos propios y las voces invasivas. 

Se suele atravesar la infancia y la adolescencia sin herramientas adquiridas para “saber escuchar”.

Si no se aprende a distinguir aquello relevante para el mundo interior de cada sujeto, cabe preguntarse:

¿Cómo saber cuáles son las prioridades que responden al propio deseo?

¿Cómo desarrollar un pensamiento crítico que permita la libre reflexión, y cuestionar esos excesos de poder de la sociedad en que se vive?

Espacios de escucha

Si ciertas herramientas internas no son brindadas, es importante habilitarse a buscarlas. Pero estas herramientas no vienen dadas, sino que cada sujeto debe construirlas poco a poco.

En la vida siempre aparecen opciones, existiendo espacios a los que recurrir cuando el sufrimiento y la confusión se imponen.

Espacios de contención, escucha y reflexión donde el deseo tiene lugar y es sostenido, conectando con lo propio de cada sujeto, cuestionando y descartando discursos ajenos y nocivos.

En el consultorio, sesión a sesión, con mucho trabajo y esfuerzo, cada paciente irá encontrándose a sí mismo en sus pensamientos y deseos, aprendiendo a distinguir lo propio de lo ajeno, donde aprender a escuchar es escuchar-se.

Texto: Lic. Germán Rothstein.

Imágenes: Pixabay.

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