Se escucha repetidamente en el discurso de pacientes, quejas sobre el peso de un mundo en crisis que no da tregua, relatos de una vida tediosa.
No es fácil sostenerse en una cotidianidad que impacta de manera continua, con toda su fuerza, sobre el mundo interior de las personas.
Ahora bien, en un intento de frenar esta vorágine de locura, surge una propuesta: realizar un viaje en el recuerdo, desembarcando en la niñez.
¿Qué es aquello que permite el disfrute y la diversión en el niño?
El juego, junto con el despliegue de la fantasía, da lugar a momentos maravillosos, siendo la cosa más seria e importante.
Cada niño representa un personaje, al que dedica casi todo su esfuerzo y deseo, para representar lo “mejor posible eso a lo que juega”.
Si el desafío lúdico para un niño es ganar; para el adulto se transforma en el deber de estar incluido en un sistema de locas exigencias, procurando cada quién sobrevivir a su manera, sin perder la cordura.
¿Qué pasaría si en esos instantes en que todo pesa demasiado, se intenta pensar esas situaciones como un juego?
Aunque parezca que la cruda realidad no da chances, no hay que desesperar ni sentirse atrapado.
Siempre habrá lugar en el mundo interior de cada sujeto, para esos espacios alternativos (artísticos y deportivos), que permitan abrir una ventana al juego en conexión con el deseo.
Queridos adultos, aunque el mundo esté complicado y se sienta pesado, nunca hay que olvidarse de “¡salir un rato al recreo para jugar la vida!”.
Texto: Lic. Germán Rothstein.
Imágenes: Pixabay.
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