Hace un par de décadas, a principios del siglo XXI, cuando Internet comenzaba a popularizarse en el discurso, circulaba como parte del imaginario colectivo una esperanza: un espacio con libertad de expresión y rebeldía, que rompiera con las reglas de control de los centros de poder mundiales.
Pero con el tiempo esa ilusión, convirtió a quienes creyeron en ese ideal, en ilusos. Actualmente, Internet responde a esa famosa y triste frase: “todo se vende, todo se compra, todo tiene un precio”. El mercado obtuvo el dominio sobre el medio de comunicación más poderoso del momento: el ciberespacio con sus redes sociales y todo su despliegue.
Los centros de poder han logrado transformar un instrumento con potencialidad para que las minorías se rebelen, en un medio de control y manejo de masas. De manera disimulada, puede verse como ciertas tendencias o modas que predominan”, por la cantidad de “me gusta” o “seguidores” con que cuentan (por ejemplo en la música o ideas políticas), de tanto ser repetidas dan la sensación de “ser elegidas”. Si es un producto que responde a los intereses de poder, careciendo de un contenido ideológico que permita a las personas a pensar o reflexionar, tendrá garantía de éxito, pero no necesariamente de calidad.
Generalmente en redes sociales, aquellas publicaciones que se “viralizan”, presentan características superficiales: cuerpos casi desnudos, personas haciendo gracias o “tonteras”. Contenidos vacíos son consumidos, consumiéndose en el mismo acto cada sujeto en su mundo interno y en su posibilidad de reflexionar; llenando sus arcas de dinero y poder el Mercado.
Esto se hace evidente, con un sistema de premios con marcadas características conductistas: influencers, youtubers, cosechan millones de reproducciones y seguidores, ganando miles de dólares. Esos dólares serían el refuerzo o premio proporcionado por el mercado, que incentiva a los jóvenes a tener como proyectos el deseo de ser como ellos (manejo de masas). Y además, es una manera de dirigir aquellos contenidos que se muestran y los que se ocultan (control de información).
A pesar de lo antedicho, Internet no ha dejado de ser un instrumento poderoso, en que las minorías expresan sus pensamientos diferentes, invitando a pensar y reflexionar e intentando generar fisuras a este sistema, pero aparece la censura: publicaciones silenciadas, perfiles suspendidos, y rara vez algún contenido que invita a pensar, se viraliza.
Una manera de intentar promocionar un contenido diferente, que invite a pensar, es pagando publicidad. A mayor dinero invertido, mejor posicionamiento. Mostrar la diferencia, jugando el juego del poder.
No hay que perder la esperanza, ya que como en todo sistema, dentro de Internet existen fisuras que se escapan al control, intersticios desde las que las minorías puedan poder expresar su posibilidad de pensar y sostener sus diferencias.
Texto: Lic. Germán Rothstein.
Imágenes: Pixabay.
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