Grandes relatos, ¿figuritas repetidas?

La historia social se construye a partir de relatos.

Esa famosa frase: «la historia es según quién la cuenta», remite a la construcción de «grandes verdades», invitando a las personas a tener fe en uno u otro discurso.

Estos «grandes relatos», pueden pensarse como intentos de «construir realidades» en quienes los consumen con ciegas creencias (sin cuestionar o reflexionar sobre lo propuesto), adscribiendo a ellos sin importar su veracidad, en un «acto de fe».

Ante estas «supuestas realidades» construidas desde los discursos de poder, el mundo se torna complicado y asfixiante, dando lugar a curiosos emergentes: por ejemplo, la excesiva demanda de «figuritas» del mundial, siendo buscadas por largas filas de gente.

Pareciera un sinsentido, tanto interés desplegado sobre algo que parece nimio ante los problemas sociales, políticos y económicos que impactan en el país y el mundo.

«¿Dale que jugamos a las figus?»

¿Por qué es necesario coleccionar figuritas?

A veces, la mente necesita construir en paralelo relatos menos terribles que aquellos vividos a diario, para evitar que el propio mundo interior sea arrasado y consumido.

El «mundial de futbol», no deja de ser un gran negocio internacional, y una cuestión distractora a nivel social, que la población ya está buscando: necesidad de un relato de un contenido menos terrible, escape hacia una «realidad que duela menos». Y cuando se obtiene un campeonato mundial, se genera un sentimiento de éxtasis ante un deseo que se ha vuelto realidad. Válvula de escape que descomprime una insoportable tensión interna acumulada, de un pueblo triste y enojado. Millones de personas festejan en una única voz, borrando falsas grietas inventadas.

No hay que perder de vista la capacidad de ser reflexivos, cuestionado estos grandes relatos «creadores de verdad». Al hacerlo es muy probable que aparezca un sentimiento de vacío y soledad, ya que al correr el velo quedan al descubierto las innumerables mentiras de los sectores de poder político y económico, “figuritas repetidas” hasta el hartazgo. Encerrona trágica, donde escasean opciones diferentes que habiliten un cambio posible.

Resuena en el colectivo social una expresión que parece nunca perder actualidad: «todo es igual, nada cambia».

Pero aquello que no es igual, es la capacidad de marcar diferencia desde el propio pensamiento, fisurando supuestas verdades impuestas desde una crítica reflexiva. Construcción de un camino de libertad, conectando con la realidad del propio deseo.

Texto: Lic. Germán Rothstein.

Imágenes: Pixabay.

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