Un paciente de aproximadamente 30 años, al que llamare “B”, llega al consultorio por un motivo de consulta específico: duelo no elaborado por la muerte de su madre.
Desde lo racional se muestra muy inteligente al momento de tomar decisiones, logrando laboralmente un gran crecimiento, para el que parece no tener un techo.
En su adolescencia, su desborde interno lo conduce a adicciones y en ese ambiente rompe la ley en algunas ocasiones. Pero poco a poco, enfrenta y logra superar estos desbordes, quedando remitidos a dicha etapa de crecimiento.
Sus dificultades se evidencian en la conexión con sus emociones.
Luego de un tiempo de trabajo en el consultorio, el dolor por la muerte de su madre no le resulta tan intenso, pudiendo hablar de ella sin llorar.
Una vez que se levanta la urgencia del motivo de consulta, el paciente entra en un silencio que le resulta incómodo y pregunta:
“¿Y ahora cómo se sigue acá en el consultorio? ¿De qué se habla… para qué seguir?”.
Ante estos interrogantes, intervengo: “es el momento de elegir si queres tener un espacio de reflexión para pensar en vos y tu historia”.
El paciente acepta continuar, y en la siguiente sesión su discurso gira en torno a las idas y vueltas de su vida, el levantarse y caerse. Entre las intervenciones realizadas, señalo que el significante (la palabra) que sobrevoló la entrevista fue: «equilibrio».
En las entrevistas siguientes “B” manifiesta:
“Hay una palabra que me quedó en la cabeza y no podía dejar de pensarla, creo que es lo que me pasa, tengo un tema con el equilibrio«.
En ese momento, decido presentarle al Equilibrista (juguete artesanal) cuya imagen se ve a continuación:
Le cuento su historia… ¡porque los juguetes también tienen historia!
Comienzo a hablarle así a su niño interior. Mientras relato su historia, se queda expectante, mirando atentamente, como un niño que escucha un cuento.
“El equilibrista es un juguete que llegó desde los artesanos de Mar del Plata, fue pensado en un inicio para que jueguen los niños en el consultorio. Pero para mí sorpresa, no solo llamó la atención de niños, sino también de adolescentes y adultos. Día a día, frente a diferentes situaciones que acontecen en la vida, se intenta no perder el equilibrio. Pero frecuentemente uno se encuentra sin darse cuenta, o sin poder evitarlo, en la cornisa. En esos momentos aparece la desesperación por intentar no caer. Pero a veces, es tan fuerte la atracción hacia el vacío, que resulta irresistible para algunas personas la repetición que los arrastra hacia un nuevo tropiezo, una nueva caída”.
Ante esto, recuerdo uno de mis textos: «Equilibristas en la vida», y le comento la posibilidad de enviárselo para leerlo.
“B” expresa:
“¿Leer Germán? Eso no es para mí…».
Insisto con la idea: “no lo pienses como un texto que tenes que leer, sino como algo importante para vos y tu historia. Algo importante que vas a tener en tu WhatsApp, y cuando sientas la necesidad podes recurrir a él”.
Se lo envié, a pesar de sus dudas, sintiendo en transferencia que era importante compartirlo.
El paciente leyó el escrito, expresando: «¡está muy bueno, y encima hablas de lo que le pasa a los niños!
Frase que podría pensarse da cuenta de un niño que ha sufrido en el pasado, un hombre cuyo niño interno necesita ser contenido y rescatado.
A continuación, el fragmento del escrito (texto completo al final de la publicación):
“Niños que no pueden frenar y responder a las exigencias de un sistema educativo.
Niños que les cuesta socializar, no pudiendo conectarse y jugar con sus pares.
Niños que sienten hambre, pasan frío, y no tienen cubiertas sus necesidades básicas.
Niños que padecen, que sufren, niños vulnerables.
Niños que juegan, y se ilusionan.
Niños que sonríen, gigantes súper héroes que con sus poderes derrotan a los villanos, se vuelven veloces con sus autitos, juegan a la casita construyendo desde su fantasía un hogar y una familia feliz.
Niños, pequeños gigantes, lúdicos equilibristas en una realidad que no siempre con ellos es tolerante”.
En ese encuentro, tiene lugar un detalle que reafirma la llegada que tuvo en su mundo interno “el equilibrista”.
“B” de sorpresa y por primera vez, trae dos cafés cortados al consultorio, invitándome uno: “No sabía si te gustaba más el café o el cortado, pero el cortado nunca falla”.
La palabra “cortado” remite a un “corte”, que podría significarse como un antes y un después en su historia. “Corte” que permite a “B” comenzar a posicionarse como un “Equilibrista” en busca del equilibrio de sus emociones y pasiones.
“B” expresa al finalizar ese encuentro su compromiso con el tratamiento:
“Te voy a ser sincero, en verano voy a ir a la playa, y no quiero mentirte si no vengo, cómo podemos hacer con los horarios, porque quiero seguir viniendo”.
De esta manera, en la medida que se elaboren cuestiones relativas a su infancia, “B” irá equilibrando poco a poco su mundo adulto, convirtiendo su historia en la “Historia de un Equilibrista”.
Al acercarse al escrito y leerlo, a “B” le resonó su niño interno, remitiéndolo a cuestiones de su infancia.
Y a ti… ¡equilibrista de la vida! ¿Qué te generó?
Texto: Lic Germán Rothstein.
Imágenes: Pixabay.
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