“¿Cómo vas decir eso? Eso no se dice, eso no se hace.
El mentir está mal. La mentira tiene patas cortas. Mentir es feo”.
Estas son algunas de las expresiones que escuchan los niños a medida que van creciendo, en relación a “la mentira”.
Y no se puede dejar de hacer referencia a esa inolvidable frase que se desprende del cuento Pinocho: “si mentís, te va a crecer la nariz”.
Durante el crecimiento, progresivamente se va notando que se está rodeado de mentiras de distintos tipos y estilos, desde simulaciones e hipocresía a engaños directos.
Empiezas a crecer y sientes que te cuesta pertenecer.
Por momentos descubres a alguien que se convierte en tu “mejor amigo, tu mejor amiga», pero suelen ser solo uno o dos…
Las diferencias hacen sentir su peso entre la gente, la mayoría critica, se enoja… no reacciona como tu imaginas.
Crueldad en las relaciones, duelen tus emociones.
Ingresas en la adolescencia, y comienzas a darte cuenta que hay códigos, ideologías, creencias, sistemas de diferencias y pertenencias que te acompañaran durante toda tu vida: símbolos.
Pedacitos de historias colorean tu vida… recuerdos de juegos de infancia, remolinos de pasiones y rebeldías adolescentes, proyectos y desafíos de adultez.
En la mente nace una idea, imaginándose la forma en que sucederán los hechos. Cadenas de pensamientos no frenan, continuos entrecruzamientos de ansiedades y escenarios futuros oscilan entre lo ideal y dramático.
Al llegar el momento de concretar ese plan tan esperado, se cae en cuenta que no coincide con lo imaginado.
Esa diferencia entre lo esperado y lo sucedido, da lugar a la frustración.