Algunas palabras gozan de buena fama, otras son criticadas en el lenguaje popular.
Pero que carezcan de buena reputación, no significa que sean poco importantes en el discurso de la vida cotidiana.
Una palabra positiva
Tener la posibilidad de decir que sí, habilita opciones, afirmando elecciones.
“Sí quiero”, frase simbólicamente importante al tomar decisiones en momentos trascendentales.
¿Pero qué sucede si se dice a todo que sí?
Fantasía de creer que se tiene una elección plena, pero el costo de decir en exceso que “sí” a la demanda de los otros, tiene como costo el “no” en uno mismo.
Dos letras, una palabra poderosa: NO
Expresión que resuena potente en el mundo interior, tanto de quién la dice como de quién la escucha.
“Me cuesta decir que no, tengo miedo de lastimar a las personas que quiero”.
Falsa creencia, arraigada socialmente.
El negarse, no significa dañar a otro. Pero el temor de dejar de ser querido pesa, transformándose una respuesta en positiva, aunque se desea lo contrario.
Aprender y habilitarse a decir que “no”, a pesar del enojo del otro, es parte de crecer.
Paredes de amor
Cada “no” es un ladrillo en la construcción de los límites, para otro y uno mismo.
Debe ser expresado y sostenido desde el respeto y la firmeza, nunca desde la violencia.
Desde la infancia molesta recibir un “no”, y en la adolescencia esa palabra es sentida como terrible y motivo de “odio” a quien la expresa.
Pero ese límite que tanto duele, no deja de buscarse una y otra vez, porque detrás de cada “no”, se sostiene a esa persona desbordada.
De esta manera, mantener el “no” es un acto de amor, hacia otro y para uno mismo.
Texto: Lic. Germán Rothstein.
Imágenes: Pixabay.