El hambre es una sensación física incómoda, causada por un consumo insuficiente de alimentos. Se diferencia del apetito, que es el deseo de comer, relacionado con las sensaciones emocionales y de satisfacción.
Ambos se suelen confundir, enlazándose a desbordes puestos en «la comida». Esta última, se convierte en la fuente de placer de más fácil alcance en la vida cotidiana.
¿Con qué se tiene hambre?
Fisiológicamente, la sensación de hambre se genera desde el estómago. Pero en algunas personas, aparece además un apetito voraz desde la mente, sintiéndose que se puede seguir masticando, hasta que no quede nada sobre la mesa.
«El hambre de la cabeza le gana al de la panza».
Tiene lugar así la fantasía de «comer todo», ya que si algo se deja, se pierde la oportunidad de probarlo.
¿Qué sucede cuando el apetito de la mente no registra las necesidades del cuerpo?
«Comer con la cabeza» arrastra a la persona a una falta de medida, pudiendo entrar siempre un bocado más.
El cuerpo se invisibiliza en la satisfacción de sus necesidades biológicas, teniendo como consecuencia variadas dolencias físicas.
A pesar de ser conscientes dichos síntomas, “no se deja de tragar”, sintiéndose luego culpa y confusión al no entender por qué pasa esto.
«Se siente como una adicción, donde se prueba un bocado, no se puede frenar».
Algunos objetos se toman como «una droga» (comida, alcohol, tecnología, ropa, etc.), impactando esto en el mundo interno. Se come lo no dicho, lo no nombrado, con el riesgo simbólico de “devorarse el propio cuerpo”.
Costos de poder
Es un privilegio tener la opción de acceder económicamente a la comida que se quiera. Pero no siempre se sabe manejar una posibilidad de manera saludable.
Cuando el acceso se transforma en exceso, se aumenta de peso, y esa fuente de poder se convierte en padecer.
¿Comer o ser comido?
Una sana alimentación, balanceada en nutrientes, respetando los ritmos del organismo, es posible registrando el propio cuerpo.
Interrogar la fantasía de “comer todo”, dando lugar al principio de realidad. Algo siempre va a faltar, siendo un indicador de salud permitirse renunciar a las tentaciones.
El desafío es poder significar “la comida” sólo como aquello que se ingiere para alimentarse, y no ser tragado uno mismo por fantasías devoradoras.
Texto: Lic. Germán Rothstein.
Imágenes: Pixabay.