En ocasiones, el mundo exterior no enfrenta a problemas en tiempo presente. Pero en la mente se dibujan sin quererlo, costos extras que no condicen en gravedad con las situaciones vividas.
Sensación de no control, fantasmas que se sienten reales y cobran entidad:
«A veces una cosa chiquita la hago grande y sufro un montón».
«Armo una idea o proyecto, que ni siquiera se puso en marcha, pero por las dudas empiezo a imaginar posibles problemas».
En algunos pacientes, su estado de ansiedad lleva a acelerar su cabeza, viviendo en un constante futuro en el que se crean las películas más variadas, que rara vez terminan concretándose. Dolorosa costumbre de hacerse problemas por las dudas.
Además, repeticiones inconscientes de un pasado se imponen, materializándose en cadenas de pensamientos que atrapan en un reiterado sufrimiento.
Costos extras de un futuro poderoso con sus incertidumbres incontrolables, se suma a un angustioso pasado, aplastando el presente.
Asfixia del deseo y de todo disfrute posible.
Es importante no desesperar, dando apertura a un desafío.
Intentar frenar la cabeza, sin que se dispare a un tentador futuro, intercalando una pausa en los pensamientos, o algún cambio de escena (escuchar música, preparar un café, dar una vuelta, etc).
Poder abrir internamente una pregunta a tiempo, que evite repetir una elección que lleva a sabotear el presente.
«Se que hace mal, pero no puedo evitarlo»
Complejos pero posibles desafíos de interrumpir innecesarios sufrimientos, dando lugar a un tiempo de espera interior que permita plantear preguntas y reflexionar antes de actuar.
Aprender a esperar es habilitarte para conocerse, dando lugar a un crecimiento interno que permita encontrarse.
Texto: Lic. Germán Rothstein.
Imágenes: Gemini IA y Pixabay.