En toda época existen ciertos discursos predominantes, indicadores manifiestos de la circulación del poder. Según Michel Foucault el poder no puede ubicarse como acumulado en un lugar específico o apropiado por persona alguna, sino que sólo se ejerce como discurso, sin poder transmitirse ni heredarse.
En la actualidad, es evidente el reflejo del poder en el discurso predominante en medios de comunicación, ya sea desde un contenido específico, o en neologismos y deformaciones lingüísticas que responden a intereses de determinados sectores.
Incluso, se generan discusiones y grietas sobre ciertas temáticas que fanatizan a grandes sectores de la población, respondiendo a la necesidad de la masa social de un contenido del que hablar, llenando de ruido cualquier posible silencio.
¿Por qué generar ruido constante?
Si se obturan los vacíos, arrojando ruidosas y ensordecedoras «bombas de humo», se nubla la posibilidad en el sujeto para darse un tiempo de espera, que habilite el pensar y reflexionar.
¿Cómo aumentar el poder de este espejismo discursivo sobre la población?
Uniendo a un determinado contenido discursivo, un plus:
– una emoción (miedo a ser castigado, enfermarse o morir si no cumplo con cierto mandato discursivo, político o religioso).
– sentido de pertenencia a determinado grupo por compartir una ideología (ideologema)
– hablar con algún neologismo lingüístico, intentando estar a la moda para ser popular.
¿Qué es un espejismo?
Según la RAE, es una ilusión: concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por el engaño de los sentidos.
El efecto de un espejismo discursivo es sumir a la población en un discurso banalizado… pura imagen vacía.
¿Qué queda detrás de esa imagen?
Nada… solo el ruido constante replicado al infinito, del que es difícil escapar: TV, Radio, Redes sociales, conversaciones pasatistas. «Un mundo complicado…».
¿Cómo fisurar poco a poco este espejismo, hasta romperlo?
Dando lugar a un discurso más importante y sentido para el sujeto, aquel que se conecta con su mundo interior.
Permitirse el tiempo para nutrirse con lecturas que invitan al pensamiento y reflexión (filosofía, psicología, sociología, expresiones artísticas, etc.), las que al articularse con lo propio de cada sujeto, irá dando lugar a un discurso original.
Ese discurso que da muestras de la subjetividad de cada individuo, se torna personal e irrepetible.
Palabras sentidas entran en juego, comenzando a estimularse el deseo.
Un discurso vivo, matizado con diferentes tonos y colores.
Emociones y pasiones juegan… se escabullen entre las palabras.
Decir-es de respeto a las diferencias, convivencias de particularidades discursivas sin censura. Libertad de expresión y sentir-es.
Una lengua viva que baila al ritmo del deseo, la pasión y libertad.
Texto: Lic. Germán Rothstein.
Imagen Portada: Pixabay.
Imagen Personas Virtualizadas: Max Feito.
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