A nivel vincular, tanto hombres como mujeres desean encontrar el amor. Conectarse con otro, con una intensidad tal que el “resto del mundo desaparezca”. Pero en cuestiones del deseo, lo más anhelado, suele ser lo más alejado.
“Amores digitales”
En tiempos de la era digital, la gran mayoría de las relaciones se inician a través de aplicaciones, sosteniéndose desde lo virtual.
¿Qué sucede cuando alguien que siente soledad, se sumerge en una aplicación de citas?
Abre la puerta a un supermercado de imágenes, góndolas repletas de los más variados productos. Tan vasta oferta, genera la sensación de que es imposible no encontrar aquello que se busca. Se pasa de un objeto a otro, con un incansable dedo que no deja de hacer click, hasta que se genera alguna coincidencia, y se habilita la posibilidad de comunicación.
El camino de la coincidencia virtual, al encuentro presencial y físico en la intimidad se produce con una aceleración cada vez mayor.
“¿Qué es lo que se saltea?”
No se da el tiempo de espera para conocer a ese otro que todavía no deja de ser parte de una “imagen encantadora en redes”. Como consecuencia, se transita de una ilusión de completud a un resquebrajamiento y vacío por una desaparición repentina. Cada día es más difícil sostenerse en un vínculo.
“Amor soñado”
Históricamente nunca ha sido fácil el encuentro con otro, siendo esperable que cuando aparezca el amor, no se quiera renunciar a esa persona.
Un vínculo sano es aquel en que los sentimientos fluyen, con las dificultades que ocasionan las diferencias entre sus integrantes.
“Del amor al amo: cuando una letra marca diferencia”
El problema aparece con el “amor incondicional”, entrega absoluta sin importar los costos. Posicionamiento enloquecedor, ya que si se es todo para otro, se deja de ser para sí mismo.
“Sí, yo sé que tengo que dejarlo, pero lo amo”.
Desde la razón se es consciente de que algo no está bien, sin embargo no se puede renunciar a ello.
¿Pero ese “lo amo”, hace referencia a un sentir?
En ciertos momentos, el “enganche a la locura de otro” se disfraza de sentimiento, convirtiéndose en sometimiento. Al decir de Sigmund Freud: «Si dos personas piensan igual en todo, puedo asegurar que una de ellas piensa por las dos».
“No se puede vivir para un amor”
Partiendo de la premisa que ningún absoluto es posible ni responde a la salud, es imprescindible romper este “sometimiento al amo”, cuestionando el poder del otro, y comenzando a internalizar la necesaria renuncia con el consecuente dolor.
¿Es preferible hacer el duelo por una relación perdida, o perderse a uno mismo por no dejar ese amor?
Animarse a decir NO, haciéndose responsable de elegirse, comenzando a reparar poco a poco el mundo interior, dando lugar al propio deseo.
Texto: Lic. Germán Rothstein.
Imágenes: Pixabay.