
El viaje, no es simplemente desplazarse por ocio o un cambio de escenario, sino que constituye un “más allá de lo geográfico”.
Históricamente ha tenido gran importancia, siendo una actividad arraigada en el inconsciente colectivo, reflejando un profundo movimiento dentro del propio ser.
Desde las antiguas peregrinaciones impulsadas por búsquedas espirituales, hasta el turismo moderno alimentado por el deseo de escape o aventura, el acto de moverse a través del espacio externo se relaciona con anhelos y deseos tanto conscientes como inconscientes.
Es una búsqueda que puede desencadenar procesos internos, constituyendo un desafío para el “yo”. Entran en juego las motivaciones del viajero, teniendo que decidir en el camino sobre ámbitos desconocidos, enfrentando miedos y descubriendo herramientas propias ante las diferencias culturales.
Este alejamiento de la rutina fomenta la resolución creativa de problemas y un sentido más fuerte de autonomía.
“Cartas de Viaje”
Sigmund Freud, en sus “Cartas de Viaje”, vinculó los placeres del viajar, el arte y la arquitectura con «fantasías inconscientes» que provienen de la «curiosidad infantil» y el «deseo de saber».

El acto de explorar nuevos espacios geográficos, descubrirlos y conquistarlos, podría ser un eco inconsciente de los intentos iniciales del niño por comprender el mundo desconocido que lo rodea.
Cuando los viajeros se encuentran con nuevas culturas y personas, inevitablemente traen consigo su propio mundo interno, incluyendo sesgos inconscientes, miedos y deseos. Estos «otros» se convierten en pantallas sobre las cuales se proyectan partes del yo (tanto aceptadas como negadas). Por ejemplo, un viajero podría proyectar sus propios deseos reprimidos de libertad en una cultura percibida como «desinhibida», o sus ansiedades sobre el control en un entorno caótico.
“Ansiedad del viajero”
El viaje, incluso con una motivación recreativa, es estresante. Romper la rutina es un desencadenante de la ansiedad de viaje, ya que el ser humano es una «criatura de hábitos», tratándose lo desconocido como aversivo (algo que genera rechazo).
El viaje puede exacerbar las condiciones de salud mental existentes debido al estrés, el choque cultural, la interrupción del ritmo circadiano (reloj biológico interno de veinticuatro horas que regula los ciclos de sueño y vigilia, junto con otras funciones corporales, en respuesta a la luz y la oscuridad), y la falta de rutina o apoyo.
Para Sigmund Freud, lo «ominoso” (abominable), «en realidad no es nada nuevo ni ajeno, sino algo que es familiar y antiguo en la mente y que se ha alienado de ella solo a través del proceso de represión».
La sensación experimentada en un lugar extranjero, pero extrañamente familiar (por ejemplo, una ciudad onírica, un patrón arquitectónico repetitivo o incluso una sensación de déjà vu), puede ser material reprimido que asoma a la consciencia.

“Viaje Interno”
La introspección, el examen de los propios pensamientos y sentimientos conscientes, es una herramienta clave que implica «mirar hacia adentro para comprender cómo funcionan los propios procesos mentales y obtener una comprensión de las experiencias personales”.
“Rutas oníricas”
Los sueños son considerados la «carretera real hacia el inconsciente”, revelando deseos ocultos, conflictos y material reprimido a través de la representación simbólica. El análisis de los sueños implica interpretar el contenido manifiesto (la historia literal) para descubrir el contenido latente (el significado oculto). Se abre así la posibilidad de un cambio de perspectiva y conexión de dos visiones: «la de dentro y la de fuera».
“La migración: duelo y transformación”
La migración, ya sea forzada o elegida, es un profundo viaje psicológico que implica separación, pérdida y duelo, incluso si estas emociones no son inmediatamente evidentes.
Dejar las raíces, rompiendo lazos con lo familiar, genera una intensa ansiedad, al recrear la condición primordial de “ser arrojado al mundo» sin un entorno de contención.

Procesar esta pérdida y realizar el duelo, es esencial para la adaptación psicológica, requiriendo una transformación. Este proceso desafía a los individuos a integrar un nuevo sentido de sí mismos, a menudo implicando la renuncia a partes de su identidad, sin dañar su integridad interna.
Si la migración es un profundo viaje psicológico de pérdida y reorganización, entonces cualquier forma de viaje, incluso de corta duración, puede verse como una micro versión de este proceso. Es una «migración controlada» donde el individuo se expone voluntariamente a una pérdida temporal de lo familiar, una interrupción de la rutina y un encuentro con la otredad.
Esto explica por qué el viaje puede ser tan transformador y beneficioso para el crecimiento personal: es una simulación de bajo riesgo de las grandes transiciones de la vida.
“Consultas de viajero”
Otro tipo de viaje se ve representado en la llegada de un paciente al consultorio, permitiendo un corte de la cotidianidad, escapándose de su rutina.
Al ingresar, aparecen sus emociones, deseos y pasiones flor de piel.
El discurso circula en el ambiente, generándose un encuentro con su propia historia, que permite re descubrirse y renacer, al recorrer las genuinas rutas del mundo interior.

“El viaje de la vida”
El viaje nunca termina realmente; es un proceso de devenir continuo.
Un nuevo destino, un encuentro inesperado, momentos de introspección, ofrecen una oportunidad para integrar nuevas experiencias, procesar viejos conflictos y acercarse a un yo más auténtico e integrado.
El humor, en este contexto, sirve como un compañero vital, un mecanismo de defensa maduro y una sorprendente fuente de comprensión, ayudándonos a navegar por las incongruencias y ansiedades inherentes a la gran aventura de la vida.
Transitar kilómetros, dejándose llevar por los trazos del camino, importante y necesaria desconexión del lugar de residencia, permite un encuentro con la madre naturaleza, recorriendo las intensas «rutas internas».
Un irse para re-encontrarse, aprendizaje genuino que conduce a un renacimiento.
Texto: Lic Germán Rothstein.
Imágenes: IA
Referencias Bilbiográficas:
S. Freud, “Lo siniestro” (1919)
S. Freud, “Cartas de viaje” (1895-1923)