“El espejo del Yo: desenredando el Narcisismo”

«Narciso Bello»

El mito de Narciso cuenta la historia de un joven extremadamente hermoso que se enamora de su propia imagen reflejada en un estanque. Su vanidad y orgullo lo llevaron a rechazar a todos los que se enamoraban de él, incluyendo a la ninfa Eco. Como castigo por su egocentrismo, la diosa Némesis hizo que Narciso se enamorara de su reflejo, lo que lo condenó a una vida de sufrimiento y, finalmente, a la muerte. 

Un antes y un después en el narcisismo: Sigmund Freud

El narcisismo, un término que evoca comúnmente la idea de un amor propio excesivo, constituye en realidad un concepto fundamental dentro del psicoanálisis. Se refiere, de manera más técnica, a la inversión de la energía libidinal (la energía psíquica fundamental, primordialmente de naturaleza sexual) en el propio yo.

En su escrito «Introducción al Narcisismo» (1914) Freud propone que el narcisismo no es inherentemente patológico, sino que constituye una fase normal y necesaria en el desarrollo sexual regular del ser humano. Lo definió como «el complemento libidinoso del egoísmo inherente a la pulsión de autoconservación». Esta perspectiva no niega la existencia de formas patológicas de narcisismo, pero recontextualiza su naturaleza fundamental como parte integrante de la constitución psíquica.  

Teoría de la Libido: Libido del Yo y Libido de Objeto

Un pilar fundamental de la teoría freudiana del narcisismo es la distinción dentro de la libido, entendida como la energía psíquica de las pulsiones sexuales. Freud postuló que esta energía puede tener dos destinos principales:  

  • Libido del Yo (o Libido Yoica): Es la libido que se inviste en el propio yo. El yo se convierte en el objeto de la energía libidinal.  
  • Libido de Objeto: Es la libido que se dirige hacia objetos externos, es decir, hacia otras personas o representaciones de ellas.  

Freud utilizó la «metáfora del reservorio» para ilustrar esta dinámica: concibió al yo como un gran depósito del cual emanan las investiduras libidinales hacia los objetos, y al cual estas investiduras pueden replegarse. Este modelo tiene una importante dimensión cuantitativa o económica: existe una relación inversamente proporcional entre ambas formas de libido. Cuanta más energía se invierte en los objetos, menos queda disponible para el yo, y viceversa. Este principio económico es clave para entender fenómenos como el desinterés por el mundo exterior durante una enfermedad orgánica o en el estado de sueño, el ensimismamiento y la megalomanía en la psicosis, o el empobrecimiento del yo que puede ocurrir en el estado de enamoramiento intenso.  

Narcisismo Primario

Freud postuló la existencia de un estado inicial de narcisismo, denominado narcisismo primario (desde el nacimiento hasta los 18 meses aproximadamente). Se trata de la investidura libidinal originaria del yo, un estado hipotético que existiría antes de que el yo se diferenciara plenamente y antes de que la libido se dirigiera hacia objetos externos. En esta fase primordial, toda la libido sería libido yoica, concentrada en el propio infante.  

«Su Majestad el Bebé»: Freud ilustró este concepto con la célebre frase «His Majesty the Baby». Describió cómo los padres, a través de su «conmovedor amor parental», proyectan sobre el niño su propio narcisismo abandonado, atribuyéndole toda clase de perfecciones y encubriendo sus defectos. Contribuyendo así a crear para el bebé un estado inicial de aparente omnipotencia y perfección, donde no deberían existir la enfermedad, la muerte ni la restricción de la voluntad.

Ilusión de tener un control sobre su mundo, una satisfacción inmediata de sus necesidades, pareciendo sus “deseos cumplirse mágicamente”, teniendo la capacidad de influir en el mundo exterior. Freud relaciona estos aspectos con las culturas primitivas y el pensamiento mágico de la infancia. Un “Yo Ideal”: constitución de la primera imagen idealizada del infante, en la que se proyecta el narcisismo primario en su estado de perfección y satisfacción primordial.

A medida que crece y ante el choque con la realidad, las representaciones éticas y culturales, las críticas parentales y las exigencias educativas, el niño descubre que no es perfecto, y no puede seguir siendo su propio ideal.

Surge así el “Ideal del Yo”, instancia psíquica diferenciada del “Yo”, modelo con el que yo se compara y al cual aspira, siendo objeto de auto-observación, exigencias y juicio. Es un heredero del narcisismo primario perdido, y el precursor del Superyó.

Esta confrontación con la falta y los límites, cristalizada en el “complejo de castración”, produce una “herida narcisista” estructuralmente necesaria para el desarrollo psíquico, y la apertura al mundo objetal y social.

Como compensación por esta pérdida dolorosa, el sujeto proyecta frente a sí, como su ideal, al “Ideal del Yo”, mediado por las exigencias internalizadas de esos otros referentes. Así, su origen está ligado al “Narcisismo Secundario”.

Narcisismo Secundario

Se constituye después de que el Yo ha establecido relaciones con objetos externos, por el replegamiento de la libido de objeto sobre el yo. La libido que había sido invertida en objetos retorna al yo. Es «secundario» porque presupone una fase previa de investidura objetal.  

En el desarrollo normal, se suele dar en la adolescencia, y en aquellos estados como el dolor físico, enfermedad orgánica y el estado del dormir.

Desde lo patológico, se observa en la psicosis (esquizofrenia), cuando la libido es sustraída del mundo exterior y reconducida al yo, dando lugar a delirios de grandeza y megalomanía.

Narcisismo Patológico: Otto Kernberg (1975)

Considera al narcisismo como una forma de organización de la personalidad, situada dentro del espectro más amplio de la Organización Límite de la Personalidad (OLP). Se caracteriza por la grandiosidad manifiesta o encubierta, la excesiva preocupación por sí mismo, la necesidad imperiosa de admiración, una aparente adaptación social que esconde frialdad emocional y falta de empatía, relaciones interpersonales explotadoras o parasitarias, sentimientos intensos de envidia, y una vulnerabilidad extrema a las críticas o fracasos, que puede desencadenar rabia narcisista.

Cuatro Pilares del Narcisismo:

Resumidamente, se puede dar cuenta de las siguientes características de una organización de la personalidad narcisista.

  • Creencia en la Omnisciencia: estado de saberlo todo, conocimiento de todas las cosas reales y posibles, ligada a procesos psíquicos subyacentes de inseguridad o defensivos (ilusión protectora).
  • Imagen grandiosa de sí mismo (megalomanía): sentido exagerado de la propia importancia, superioridad y fantasías de grandeza. Sobreestimación de las propias capacidades y una creencia en la superioridad única, a menudo alimentada por un alejamiento de la realidad externa y de las relaciones interpersonales. Freud observó que en condiciones como la esquizofrenia, la libido se retira del mundo externo y se invierte en el yo, lo que conduce a esta imagen grandiosa.
  • Intensa necesidad de admiración: esta necesidad surge de una fragilidad subyacente y de una dependencia de la validación externa para la regulación de la autoestima. No toleran la crítica ni la frustración.
  • Falta de empatía: dificultad o incapacidad del individuo narcisista para reconocer y comprender los sentimientos y las necesidades de los demás. Esto genera un deterioro significativo en el funcionamiento interpersonal, dificultando la formación de conexiones genuinas y contribuyendo a una visión del mundo egocéntrica, con relaciones interpersonales explotadoras y parasitarias, donde los demás son utilizados para alcanzar los propios objetivos del narcisista.

Etiología:

La organización de la personalidad narcisista, se puede dar por el interjuego de los siguientes factores:

  • Genéticos: la carga hereditaria de cada individio.
  • Ambientales: se desarrollan durante la crianza y adolescencia, pudiendo fomentar este trastorno, la influencia de padres excesivamente indulgentes o críticos.
  • Psicológicos: impacto de sucesos desencadenantes, traumas tempranos, o problemas de autoestima.

Manifestaciones Culturales:

Redes Sociales: Plataformas como Instagram, Facebook o TikTok se han convertido en escenarios privilegiados para la expresión de rasgos narcisistas. Perfiles meticulosos, la búsqueda constante de «likes» y seguidores como medida de validación externa, la autopromoción exagerada, y la performance de una vida idealizada pueden ser vistas como manifestaciones de tendencias narcisistas.

Estilos de Liderazgo: En el ámbito político y empresarial, se observa a menudo la figura del líder narcisista. Estos líderes pueden ser inicialmente percibidos como carismáticos, seguros y visionarios, cualidades atractivas para el liderazgo. Sin embargo, a menudo muestran también una necesidad excesiva de admiración, arrogancia, falta de empatía, intolerancia a la crítica, tendencia a rodearse de aduladores, y a tomar decisiones impulsivas basadas en su necesidad de gloria personal más que en el bien común o de la organización.

«Cultura del Narcisismo”: se caracterizaría por un énfasis creciente en el individualismo, la autopreocupación, el consumismo como vía para la autorrealización, la búsqueda de gratificación inmediata, el culto al cuerpo y a la juventud, y un declive del interés por la historia, el futuro colectivo y los valores comunitarios. En esta visión, la sociedad misma promueve y normaliza rasgos que psicoanalíticamente se asocian con el narcisismo.  

Trastorno narcisista ajeno:

Cabe destacar que todas las personas tienen rasgos narcisistas, pero se vuelve patológico si estos rasgos de manera exagerada dan lugar a una forma de organización de la personalidad: un trastorno narcisista.

En caso de quedar atrapado en un vínculo con un narcisista, es importante habilitarse a decirle “NO”, sin caer en su enojo e intento de manipulación, para romper este límite. Entender que el “narcisismo no se cura”, la persona no va a cambiar, solo puede llegar a moderar sus rasgos, por eso es necesario mantener una distancia saludable, desde el alejamiento.

Trastorno narcisista propio:

En caso de detectar en sí mismo rasgos de este trastorno, es muy importante buscar ayuda profesional psicológica, para explorar las raíces de inseguridad y baja autoestima que subyacen a la grandiosidad y falta de empatía, afectando las relaciones.

El psicólogo trabaja para ayudar al paciente a desarrollar una “imagen más realista de sí mismo”, moderando ciertos rasgos poco sanos, y poder establecer vínculos más saludables y estables.

Lic. Germán Rothstein.

Imágenes: Chat GPT y Meta AI

Fuentes bibliográficas de referencia:

S. Freud, «Introducción al Narcisismo» (1914)

O. Kernberg, «Trastornos limítrofes y narcisismo patológico» (1975)

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