
Desde una mirada psicoanalítica, el cuerpo trasciende la materialidad biológica, para convertirse en un lienzo vivo, constantemente moldeado, marcado y «hablado» tanto por el mundo interno del sujeto como por las palabras de quienes le rodean.
Esta interconexión subraya que el cuerpo y la mente no son entidades separadas, sino partes inseparables de un sistema integral donde cada una incide sobre la otra.
No es una entidad estática, sino un texto dinámico, continuamente escrito y reescrito por procesos psíquicos e inscripciones lingüísticas.
Esto implica que la enfermedad o el malestar corporal no son meramente disfunciones orgánicas, sino posibles «mensajes» o «expresiones» del inconsciente, invitando a una «lectura» de su lenguaje.
“Tipos de cuerpo”
El cuerpo biológico o físico alude a los aspectos anatómicos y fisiológicos, es decir, aquello que la física y la biología estudian.
El cuerpo erógeno, para Sigmund Freud, representa el organismo transformado por la realidad psíquica, un «receptáculo que habita la subjetividad”. Es afectado por la experiencia subjetiva, la fantasía, y la relación con el otro.
El cuerpo simbólico, para Lacan, es una estructura que se comporta como un lenguaje, un «campo» o «dominio» donde los significados se inscriben. Es el «cuerpo de la palabra, el cuerpo del lenguaje» y está profundamente ligado al «Otro». Es representado y vivido a través del lenguaje y las relaciones intersubjetivas; influyendo las fantasías y los deseos en la experiencia corporal. Es una construcción que se va formando a lo largo de la vida, a partir de las interacciones con el entorno, especialmente con la figura materna.
La lengua materna, a través de frases, sonidos, caricias y gestos, invade al infante y deja su impronta en el inconsciente, libidinizando el cuerpo del bebé y produciendo «marcas» que instituyen la pulsión donde inicialmente solo había necesidad.
Freud introdujo el concepto de pulsión como un vínculo fundamental entre lo psíquico y lo somático. La pulsión no es un estímulo externo, sino una fuerza interna y constante que se origina en una excitación corporal y busca su descarga. Se define como un «concepto fronterizo entre lo psíquico y lo somático, como un representante psíquico de los estímulos que provienen del interior del cuerpo y alcanzan el alma».
“Autopercepción y Autoestima”
La forma en que el sujeto se percibe y las narrativas internas que construye sobre sí mismo y su cuerpo tienen un impacto profundo.
La percepción subjetiva de la imagen corporal está íntimamente ligada a la autoestima profunda, que va más allá de la mera adaptación a cánones sociales o la búsqueda de una «buena presencia».

Se trata de una aceptación global y profunda del ser en toda su dimensión, conectada con la esencia de la identidad.
Existe una dialéctica constante entre el «espejo real» (la imagen física que se devuelve) y el «espejo interno» (la percepción subjetiva), y la disonancia entre ambos puede conducir a la no aceptación del cuerpo tal como es, e incluso a la idealización de un cuerpo estándar.
La manera en que el sujeto «se habla a sí mismo», consciente o inconscientemente, sobre sus experiencias, emociones y conflictos, puede manifestarse directamente en el cuerpo. Este se convierte en un escenario donde se representan dramas internos.
La somatización es un claro ejemplo de cómo «la mente habla a través del cuerpo», transformando un malestar emocional en síntomas físicos, a menudo de manera inconsciente, desviando la atención del conflicto psicológico subyacente.
“Otros que dicen y miran”
A lo largo de la historia, influencias socioculturales han impactado en la forma en que los cuerpos deben ser mirados, significados, sentidos y vividos.

Las expectativas, deseos e incluso proyecciones inconscientes de los otros dejan marcas indelebles en el cuerpo del sujeto y en su percepción de este. Estas influencias pueden variar desde sutiles presiones hasta exigencias explícitas sobre cómo se debe lucir o comportarse. La «mirada del otro” juega un papel central en la constitución narcisista del sujeto.
El deseo de «ser mirado por los hombres» o de «mantenerse linda» para ellos vincula el cuerpo al deseo y las expectativas ajenas, donde la mirada del otro «garantiza la existencia».
La publicidad, la familia y las situaciones sociales, impactan significativamente la insatisfacción con la imagen corporal y pueden contribuir a trastornos alimentarios. Esto demuestra los efectos concretos, y a veces patológicos, del discurso externo en el cuerpo. Un ejemplo clínico elocuente es el de un paciente a quien su padre le dijo: «tú no puedes ser un niño lindo, tienes que ser un macho peludo». Esta frase, un mandato parental, moldeó profundamente su autopercepción y, potencialmente, su experiencia corporal.
“El Síntoma: Cuando el Cuerpo Grita lo Inconsciente”
Cuando las palabras fallan o son reprimidas, el cuerpo a menudo interviene para expresar conflictos, deseos y traumas inconscientes. Los síntomas no son arbitrarios, sino que portan un significado oculto que espera ser descifrado. Por ejemplo, los conflictos inconscientes pueden afectar funciones físicas, como el bloqueo durante los exámenes, palpitaciones, sudoración excesiva; debido al «riesgo inconsciente de superar a los padres» o el «miedo a decepcionarlos»
Los síntomas, incluso los dolorosos, a menudo contienen un «goce» o satisfacción oculta, una satisfacción paradójica que contribuye a su persistencia. El cuerpo puede «gozar desde el dolor y el exceso».
“Re-apropiarse”
El objetivo es permitir que el sujeto se re-apropie de su cuerpo a través del lenguaje, dando significado a sus expresiones e integrando experiencias previamente fragmentadas o no simbolizadas.

Esto conduce a un «nuevo estado de salud», en que el cuerpo se convierte en una parte más consciente de la identidad del sujeto, capaz de expresarse de maneras más adaptativas, trascendiendo su rol como mero sitio de sufrimiento inconsciente.
Texto: Lic. Germán Rothstein.
Imágenes: IA.
Referencias Bibliográficas:
J. Lacan, «El estadio del espejo como formador de la función del yo» (1949)
J. Lacan, «Radiofonía» (1970)
S. Freud, «Tres ensayos sobre teoría sexual» (1905)
S. Freud, «Estudios sobre la histeria» (1895)
S. Freud, «Inhibición, síntoma y angustia» (1926)