En los últimos años del siglo XX, prepondera en lo vincular una tendencia a la desaparición de la «familia nuclear» (vínculos sostenidos por años: madre, padre e hijos conviviendo en un hogar), hasta volverse casi una excepción.
Hace su aparición la “familia ensamblada”: forma de llamar a vínculos de duración cronológica más corta, sujetos que se otorgan poco tiempo para conectarse y conocerse, apareciendo nuevas formas de pensar una convivencia.
En pleno siglo XXI, sostener una relación de pareja desde un lugar saludable se ha vuelto algo complejo.
Los vínculos se han tornado efímeros, al mismo tiempo que la sexualidad se ha vuelto banal, siendo moneda corriente tener sexo. Aquello valioso y difícil de encontrar, es justamente el encuentro y la conexión con otro.
Tal vez esta tendencia sea una manifestación de las dificultades, cada vez mayores, de los sujetos al momento de conectarse con sus propias emociones. En el acercamiento a otro, pareciera resultar fácil hablar sobre cuestiones superficiales y realizar comentarios efímeros sobre la cotidianidad, esquivando o no dándose tiempo a dialogar sobre cuestiones internas del sentir.
Una posible consecuencia de lo antedicho, es el lugar que ha tomado en el discurso el llamado «amor libre»: intento de vincularse libremente con un otro, sin ataduras ni compromisos.
Falaz idea de libertad vincular, esa ilusión de «estar con un otro sin estarlo». El «amor libre» termina siendo el menos libre de los amores: “pretensión de estar libre de la presión de otro, prisión de la confusión de los propios sentir-es”.
Pero, ¿qué sucede cuando se comienza a sentir?
En ese momento se escucha que aparecen miedos, inseguridades, tendencias a huir, confusiones (no entendiéndose muchas veces, como se acaba un vínculo que supuestamente venía creciendo y en el que ambos se sentían en armonía).
De esta manera, suelen llegar al consultorio pacientes cuyo motivo de consulta es la confusión que aparece a la hora de sentir, siendo repetida la expresión: “no se qué hacer con lo que siento”. Ante esto, se comienza a trabajar sobre sus dificultades a la hora de acercarse y conectarse con sus emociones, abriéndose diversos interrogantes.
También aparecen en otros pacientes, manifestaciones de enojo, dolor y tristeza cuando son dejados, estando la huida del lado del otro. Dicen no entender, sintiendo frustración e impotencia ante la paradójica y loca frase que resuena y se repite: “Te quiero, te amo, y por eso no puedo estar con vos”.
Curiosa época esta que nos toca vivir, en que se ha vuelto extraño y temido el sentir, siendo habitual lo efímero y el huir.
Texto: Lic Germán Rothstein
Imagen: Garg Fotografía
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Hermoso texto
Palabras que explican muy , pero muy bien la dirección del sentido de las relaciones actuales…..poco y nada.No quedan cimientos sólidos , firmes para sostener relaciones a largo plazo….