“¿Conectados solos o en soledad?”

Una de las características más marcadas del inicio de este siglo XXI es la hiper-conectividad. Internet, las redes sociales y la IA hacen que parezca casi del orden de lo imposible la experiencia de “estar solo”.

Sin embargo, a pesar de facilitar la conexión, una sensación de soledad se impone. La comparación con vidas «perfectas» mostradas online puede potenciar sentimientos de aislamiento e insuficiencia.

Estas “interacciones virtuales” suelen ser superficiales y no reemplazan la conexión humana real.

Una “conexión en exceso” de características poco sanas, puede llevar al agotamiento emocional, atrapando a las personas en un profundo vacío existencial.

“¿Estar solo o sentirse solo?” 

No todo lo que suena similar, lo es.

Estar solo» hace referencia a la condición objetiva, al hecho fáctico de encontrarse sin compañía física en un momento dado. Es una descripción de una situación externa.

En cambio, «sentirse solo» (la soledad como sentimiento), alude a una experiencia interna, subjetiva y a menudo dolorosa. Es la sensación de desconexión, de vacío emocional, o el anhelo de un vínculo significativo que parece ausente, independientemente de si hay personas a nuestro alrededor o no.  

“No puedo quedarme solo, no soporto el silencio”

La soledad no es simplemente la ausencia de otros, sino que puede ser la falta de una cualidad específica de conexión, o la manifestación de una herida interna que pide ser escuchada.

Arroja a algunos individuos a verse de cara con sus fantasmas, que se manifiestan en un abanico de emociones dolorosas: un profundo vacío interior, un anhelo persistente por una conexión que no llega, una tristeza que tiñe la percepción del mundo, o una sensación de incomprensión fundamental de quienes rodean. Las “voces de estos monstruos” se escuchan cada vez más potentes, cuando el silencio del mundo exterior toma la escena, rondando y repitiendo la idea más aterradora que subyace al vacío: la muerte.

Para Sigmund Freud, el sentimiento de soledad se encuentra ligado a la vivencia de la pérdida de amor y al desamparo original: un amor reclamado y no suficientemente recibido en la infancia más temprana, una especie de deuda afectiva original. Se trata de una herida narcisista fundamental, una marca en la constitución del “yo” que puede resonar a lo largo de la vida.

La «pérdida de amor» es una vivencia psíquica con consecuencias duraderas en la forma en que el individuo experimentará la conexión y la desconexión con los otros.  

“Soledad crónica”  

Al volverse constante, la soledad puede generar:

  • Angustia persistente y vacío interior: Una sensación constante de inquietud, algo fundamental falta, un vacío que no se llena con actividades ni con la presencia superficial de otros.  
  • Desconexión profunda: Sentirse aislado emocionalmente, incluso cuando se está rodeado de personas, como si existiera una barrera invisible que impide la conexión genuina.  
  • Pensamientos negativos recurrentes: Ideas persistentes sobre la propia inadecuación, la falta de valor, o la creencia de que las interacciones sociales siempre serán insatisfactorias o dolorosas.  
  • Apatía y desmotivación: Una pérdida generalizada de interés en actividades que antes resultaban placenteras, acompañada de una falta de energía y sentido vital.  
  • Baja autoestima y sentimiento de inadecuación: Sentirse inferior, diferente, marginado o incapaz de encajar socialmente.  

A su vez, la soledad crónica tiene profundas interconexiones con otros problemas de salud mental y física:

  • Depresión: La soledad puede ser un factor de riesgo para desarrollar depresión, y la depresión, a su vez, puede intensificar los sentimientos de soledad y llevar al aislamiento. La soledad puede teñir la percepción del mundo, haciéndolo parecer más sombrío y desesperanzador, lo cual es un síntoma central de la depresión.  
  • Ansiedad: La soledad crónica puede generar diversos tipos de ansiedades. El miedo al abandono, la angustia de separación (especialmente si hay antecedentes de apegos inseguros) y la ansiedad social pueden exacerbarse o incluso originarse en un sentimiento profundo y persistente de soledad.  
  • Impactos en la salud física: Se ha asociado con un sistema inmunológico debilitado, un aumento de los niveles de cortisol (hormona del estrés), un mayor riesgo de enfermedades cardíacas, e incluso un mayor riesgo de deterioro cognitivo y demencia en la vejez.

El “estar solo” goza de mala fama.

“Quedate tranquilo, ya vas a encontrar a alguien”.

Se significa como padecer y estar en falta, la ausencia de una pareja. Mandatos socioculturales que no dan lugar a la diferencia entre “estar solo” y “sentirse en soledad”.

¿Por qué no sería sano elegir estar solo?

Donald W. Winnicott introdujo un concepto revolucionario y profundamente esclarecedor: la «capacidad de estar solo». Es un logro fundamental del desarrollo emocional, un signo de madurez. 

Esta capacidad se desarrolla, paradójicamente, cuando el bebé está solo en presencia de la madre (o la figura cuidadora principal). Un bebé jugando tranquilamente, absorto en su mundo, mientras su madre está cerca, disponible, pero sin interferir activamente. Esta presencia confiable y no intrusiva de la “madre suficientemente buena” (no es perfecta, sino que logra adaptarse a las necesidades de su hijo) crea un «ambiente facilitador», pudiendo el niño comenzar a internalizar una sensación de seguridad y acompañamiento interno que no depende de la presencia física constante del otro.

Esto permitirá más adelante, que el individuo pueda estar físicamente solo sin sentirse abandonado, desamparado o en riesgo de desintegración psíquica.  

Winnicott describe una evolución en la forma en que el niño experimenta y nombra esta soledad, en su desarrollo emocional:  

  1. «Yo»: El niño comienza a establecerse como una unidad, diferenciándose del entorno.
  2. «Yo soy»: Esta unidad ahora tiene vida, existe, aunque todavía bajo el manto protector del entorno materno.
  3. «Yo estoy solo»: Esta es la etapa culminante, donde gracias a la internalización de una madre confiable puede disfrutar de estar solo por períodos limitados.

La capacidad de estar solo no es una huida de las relaciones, sino una forma madura y saludable de relacionarse con uno mismo y por extensión, con los demás. Siendo así el fundamento que dará lugar a vínculos sanos y a la creatividad.

“Necesidad de estar con”

Se suele escuchar: “necesito estar con alguien, no soporto estar solo ¿por qué es tan difícil conocer a alguien?

Encontrar a alguien para cubrir una necesidad, condiciona el vínculo desde un inicio, generando una pareja poco par.

 ¿Cómo caminar a la par, si necesito a ese otro para tapar un vacío insoportable?

Quien ocupa el lugar de la privación en el otro, termina privado de una sana pareja.

“¿Ocasos en soledad?”

“Siento que ya no pertenezco a este mundo, no entiendo la tecnología, la gente ya no respeta la palabra ni tiene códigos, y mis amigos se han ido yendo… se siente mucha soledad”.

En una sociedad que hiper-valora la juventud, dando primacía a la imagen, el brillo y las producciones audiovisuales, se excluye el discurso y la pertenencia de las personas mayores.

¿En qué lugar quedan sus enseñanzas, anécdotas y experiencias de vida? ¿Por qué su formación y sabiduría valdrían menos que los saberes actuales?

En un mundo narcisista, la falta de empatía con las generaciones mayores, carga un alto grado de crueldad, dejándolos en muchos casos en abandonados en su soledad. ¿Esta desconexión del entorno social, podrá ser compensada con un fuerte enlace con su rica historia de vida y mundo interior?

“Momentos de…”

El estar acompañado o solo, responde a momentos internos de cada sujeto. Podría pensarse en un mundo interno maduro, cuando una persona se habilita a elegir aquello que siente, más allá de los mandatos.

Aunque suene paradójico, cuando alguien aprende a sentirse bien estando solo, posee un crecimiento interno que permite (de elegirlo) poder empezar a construir un vínculo sano con otro, desde el respeto mutuo y el compartir.

“A solas”

Elegir pasar tiempo a solas, puede ser un espacio valioso para el autocuidado, el descanso, la reflexión profunda y la tranquilidad. No se trata de huir del mundo, sino de retirarse temporalmente para conectar con uno mismo.

Tal vez, el «fantasma de la soledad» puede aparecer, pero aprender a tolerar esos vacíos, evitando caer en la desesperación de utilizar a otros como “curitas de esas heridas del alma”, permite registrar los tiempos del propio mundo interno, en un camino de autoconocimiento.

Así, el «saber estar solo» en la adultez sugiere un proceso consciente, que puede implicar la confrontación y elaboración de miedos o incomodidades previas.

Encontrarse en armonía con lo propio, más allá de estar en ausencia de otro o en pareja, permiten un equilibrio interno, base del crecimiento.

Al fin y al cabo, el libro de la vida se escribe en soledad… para luego poder ser leído “estando solo” en conexión con el propio deseo; o “en compañía” al encontrar-se con otro.

Texto: Lic. Germán Rothstein.

Imágenes: IA

Referencias Bibliográficas:

D., Winnicott: «La capacidad para estar solo» (1958)

S. Freud: «Introducción del narcisismo» (1914)

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