“Problemas magnificados… un mundo complicado.”

Es verdad que se vive en un mundo complicado, donde diversos problemas abundan.

Realidades sociales complejas  y políticas devastadoras impactan en las personas, no dando respiro: en el ocaso de una pandemia… nace una guerra, sumado a las crisis económicas que no cesan y sumen al mundo en la pobreza.

Cada cual intenta hacer lo que puede ante estos atravesamientos, y con los conflictos cotidianos del diario vivir.

Se suele escuchar en consultorio, una tendencia en varios pacientes a percibir el problema del mundo exterior como terrible.

Desde el lugar del analista, se comienza a interrogar ese posicionamiento, apareciendo como pregunta en el paciente: “Sé que es una tontería lo que pasó, pero… ¿por qué no puedo dejar de reaccionar así, con tanto drama? No entiendo por qué”.

Suele producirse una magnificación de ciertos problemas, no condiciendo el grado de lo sucedido con la reacción y el sentir del paciente.

Esto puede darse por una conexión de la situación actual con alguna marca de su historia no elaborada, del orden de lo traumático. Cargas emocionales quedan dando vueltas en el psiquismo, en busca de una salida. A medida que aumenta la tensión psíquica, algún hecho del mundo exterior, que de alguna manera se asocie a esa situación pasada, permite la descarga. Es por esto, que algunas veces parecen desmedidas ciertas reacciones.

Además, existe una tendencia en el psiquismo a buscar costos de manera no consciente. Se hace referencia a las «repeticiones inconscientes”, esos estados que las personas saben que les hacen mal, pero que no pueden dejar de provocarlos, dando lugar a una conocida frase  “Cualquier excusa es buena para sufrir”.

En el espacio terapéutico, al comenzar a interrogar estos mecanismos, se invita al paciente a posicionarse diferente, pudiendo resignificar esta forma de ver la vida.

Se construyen herramientas, que posibilitan “mirar diferente el mundo”, y preguntarse si tanta intensidad emocional corresponde al presente o se asocia a alguna situación pasada.

 Ese “tiempo de espera psíquico” habilita poder disociar aquello que se vive (presente), de lo vivido (marcas del pasado).

Lo antedicho constituye una pequeña ventana, a través de la cual poder mirar algo de cómo se trabaja en terapia.

La invitación es a pensar, sentir y creer que es posible vivir sin tanto costo.

A pesar de que el mundo está complicado… se puede disfrutar, desear y sentir.

Deleitarse cada día con un amanecer, un paisaje, el aire que oxigena, y esos increíbles atardeceres… sentir esos placeres de cada grano de esa sal de la vida.

Dejarse llevar, animarse a sentirse vivo… ¡viviendo la vida!

Texto: Lic Germán Rothstein.

Imágenes: Pixabay.

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