“Pinchazos de vida, agujas de dolor: palabras de amor”

N es una adolescente de 17 años, que vive junto con su madre y una de sus hermanas (siendo la menor de siete herman@s).

En la entrevista inicial, su madre expresa: ”N el año pasado estuvo con problemas emotivos, se deprimía. Necesitaba algo más que yo, no se lo podía ofrecer” (importancia de reconocer  el  imposible de ser todo para otro, habilita el pedir ayuda).

N tiene diabetes, con insulino dependencia desde el  año y medio. Entre sus 13 y 16 años fue internada varias veces (entre 7 y 10 días) por cetoacidosis diabética (Hiperglucemia).

Además, a sus dos años se le declara celiaquía.

Su padre fallece en el 2008, a los 8 años de N, por un shock séptico por diabetes.

En su primer entrevista, N manifiesta: “no sé por qué estoy acá, tengo diabetes y celiaquía, no lo llevaba muy bien. Además por el tema de mi papá, no lo podía hablar con mi familia, lo necesitaba”. Necesidad de nombrar un padre que ya no está, incorporando en el discurso su falta, para comenzar su duelo.

“Tengo ira, enojo, angustia. De mis 8 a mis 12 años no puedo decir como viví. Lo de mi papá fue a mis 8 años. Siento ese vacío, pero no lo recuerdo a él, no recuerdo su voz. Es extraño, porque uno no extraña a personas que no conoce”.

Olvido de años de vida, años de sufrimiento no nombrados. Extrañeza de extrañar a “personas olvidadas” por el dolor de su falta, personas amadas que se vuelven extrañas al no ser habladas y nombradas en el dolor.

“Me siento cansada de cuidarme a mí misma, de a ratos me da igual morirme. Hubo muchos años que no me cuidaba, tuve nueve o diez internaciones , y la última fue la más grave, estuve inconsciente un día entero, bastante cerca de morirme.  No entiendo que pasa con mi cuerpo”. Forma de rebelarse ante un cuerpo que no se controla, cuerpo que causa dolor y frustración, cuerpo que parece ser significado como extraño a sí misma.

“A mis 13 o 14 años me cortaba las piernas con las agujas de la insulina, porque me odiaba. Odiaba ser diabética, celíaca… me sentía mal con mi cuerpo, me lo merecía. El dolor físico y mental del corte me calmaba”.

Aparente calma de cortar-se y separar-se de un cuerpo sentido como un castigo. Corte con las agujas de la insulina: agujas de vida y de dolor, agujas que salvan y lastiman un cuerpo que intenta ser cortado por extraño, no elegido ni merecido.

Cuerpo que empieza a ser nombrado desde otro lugar, palabras de dolor permiten apropiarse de un cuerpo sentido como un extraño castigo, duelo de un cuerpo no elegido que al nombrarse puede diferenciar-se, reconocer-se y extrañar-se.

Palabras de dolor comienzan a nombrar a un padre que no se recuerda, palabras que permiten re-conocer a un padre que “no se conoce”, y al que parece extraño extrañar.

Con el transcurso de los encuentros, aparecen en el discurso de N nuevas emociones y recuerdos:

“Estoy más sensible, porque hablamos más de papá. Me acorde de una anécdota de cuando tiramos su cenizas, mis hermanos las soltaron y yo me guarde un puñadito en mi campera, que mi mamá luego lavó en el lavarropas”.

Intento de una niña de quedarse con algo de un padre que ya no está. Retener algo de su cuerpo en su propio cuerpo. Un puñado de cenizas, un puñado de pinchazos. Un cuerpo y un padre… de a ratos propio, de a ratos extraño.

“Tengo una angustia rara, pero no quiero llorarlo porque sabía lo que hacía y podría estar acá. Siento que él me persigue desde su mala reputación de diabético. Yo no quiero ser igual a él, tengo miedo de buscar morirme. Los deseos de mis cumpleaños han sido dejar de ser diabética o morirme. Siento que la salida que me mostró mi viejo es la más fácil”.

Herencia de un padre que no pudo consigo mismo.

“Mala reputación de diabético”: palabras que hacen marca.

Palabras que al ser nombradas en medio de un discurso cargado de dolor, generan un punto de inflexión. Cambia en un instante el tono de voz en la paciente, dando lugar a una risa de diferenciación y liberación.

Es de destacar, que una de las primeras condiciones para diferenciarse de algo o alguien, es poder conocerlo. El reconocimiento permite el nacimiento de la diferencia.

N, al re-conocer a su padre desde su discurso, habilita la posibilidad de diferenciar-se para encontrarse a sí misma. Un padre diferente pero conocido. Un cuerpo no elegido pero propio. Diferenciar-se para reconocer-se.

Un terrible legado ha sido nombrado, permitiendo marcar diferencia con la “salida fácil de la muerte frente al peso y dolor del vivir.”

Palabras de dolor que se ligan a emociones perdidas, un cuerpo nombrado deja de sentir-se extraño, nombrar-se y encontrar-se  a sí misma.

Agujas de dolor, pinchazos de vida…

Palabras de amor, caminos de vida…

Lic Germán Rothstein

Contribución Plástica de Marisol M (Chile)
https://marisolm-arte.blogspot.com.ar/

Firmado por: SAFE CREATIVE, S.L.. A fecha: 27-may-2018 3:02:12 UTC
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