“Eme: mucho más que una letra”

Este escrito se basa en el tratamiento en curso de una niña de doce años de edad.

En la entrevista inicial, sus padres adoptivos manifiestan: “la adoptamos al año de edad, pero todavía no pudimos cambiarle el apellido”.

Tiene un hermano mayor adoptivo, con quién ella convive; y cinco hermanos biológicos, cuatro de los cuales fueron adoptados por otra familia. Con estos cuatro hermanos se ve desde julio de este año: “El encuentro fue muy emotivo, ella se la pasó llorando de la emoción”.

En el último año cambió el trato con nosotros, es más distante y nos trata mal.

Cuando está muy enojada, suele decir: “tal vez tenga que irme a un instituto (orfanato) para aprender a valorar lo que tengo”. Sus cuatro hermanos estuvieron en un instituto en su temprana infancia, siendo preocupación de Eme (desde que se entera de su existencia), que estén bien y tengan una familia como ella tiene.

Podría pensarse en un “pago de deuda” (sentimiento de culpa por estar bien), comprobando a su vez el sostén por parte de sus padres adoptivos, frente a sus desbordes emocionales (consecuentes con su historia de abandono, que se incrementa en la actualidad por su pubertad).

Su madre relata, “la semana pasada se cortó en su brazo izquierdo, vino llorando, me abrazó, me pidió perdón y me dijo: “Me corté y ¿no sé por qué? Mamá no sé qué me pasa, no estoy bien, necesito ir a un psicólogo”.

Al arribar al consultorio, la niña se muestra muy seria, distante y enojada. Al inicio se sienta alejada en uno de los sillones, sin quitarse la campera ni su mochila de la escuela, mirando hacia abajo.

La invito a acercarse, y le pregunto su nombre, siendo su primera frase: “me dicen Eme, porque no me gusta la S”. S clavada en medio de su nombre, en medio de su identidad.

Al transcurrir la sesión, pasa del enojo a la tristeza, siendo esta emoción la preponderante en su discurso y sus dibujos. Tristeza por pelearse con su mejor amiga, preocupación por sus hermanos: “Cuando supe que mis hermanos tenían una familia como yo, con casa, techo y comida, sentí alivio”.

Se quita la mochila, la campera y la corbata de su uniforme de la escuela. Amplía su mirada sobre el escritorio y se encuentra con “el equilibrista” (juguete que simboliza la posibilidad de hacer equilibrio frente a aquello que nos sucede en la vida). Mientras juega, expresa: “No me gusta hablar de las cosas que me pasan, estoy tropezando siempre conmigo misma, soy la causa de mis tropiezos”.

A continuación juega con el “mundo al revés”: “¡Es hermoso! ¿Qué es?” “Este es un juguete que simboliza la posibilidad de mirar el mundo de diferentes maneras”. Eme toma el mundo entre sus manos, manifestando: “No siento interés por los chicos, y me gustan las chicas. La primera vez que me corté fue por eso, no entendía que me pasaba, pensé que estaba enferma, sentí tristeza, desesperación. Tenía miedo que mi mamá me deje de querer. ¿Tenes una hoja para dibujar, así te muestro?”

En esta producción gráfica, dibuja primero en la parte derecha a una chica, luego la transforma en un chico y lo tacha. (Representación de búsqueda de quién le gusta, preguntas sobre su identidad). Luego en el sector izquierdo de la hoja, dibuja una nena llorando a la que llama Kitty: “¿sabes qué significa? Demonio”. (Representación de sus miedos, tristezas, fantasmas y demonios).

Con el paso de los encuentros, Eme abre progresivamente su interior, presentando en el consultorio su mundo en imágenes, a partir de su celular.

“Tengo miedo que me lastimen, no quiero volver a dejar que me lastimen”. Aparece como opción, el poder expresarse también en otro pequeño mundo: “en una croquera de emociones”. (Pequeño cuaderno que siempre llevará con ella, en el que pueda dibujar, escribir todo aquello que sienta).

“Si cada uno pudiera ver el corazón de la otra persona, y ver a lo que se enfrenta día a día, estaríamos mucho mejor. Tengo miedo que si muestro lo que siento, se aprovechen de mi debilidad”.

Continúan surgiendo en Eme cuestiones en relación a su identidad: “No soy normal, a veces me río porque todos son iguales y yo soy diferente”.

Se trabaja sobre esta frase, señalando: “No hace falta cortarte, ni agredirte para ser diferente, no es necesario sufrir para dejar de ser una más. ¿Te acordas cuál fue tu primera frase al sentarte en esa silla? Dijiste: “Me dicen Eme, porque no me gusta la S”. La letra S hace referencia al plural, plural que es el opuesto a la singularidad. Plural que te hace sentir una más. Pero vos por ser vos misma, ya sos única!.

Ante este señalamiento Eme abre sus ojos como asombrada, se queda callada unos segundos, y expresa: “Haces magia vos…, adivinas todo! ¿Sos mago?”.

Eme progresivamente, al expresar sus emociones y sentir-es dio lugar a su sonrisa, tanto en el consultorio como en su hogar, mostrándose más abierta con sus padres.

“Eme tiene desde que nació una S clavada en medio de su nombre,

S que corta su identidad, plural que atenta contra su singularidad.

S de ser una más, S de tribunales previo a la adopción.

Eme es mucho más que una letra, es pura emoción,

 Necesita ser cuidada cuando muestra su corazón.

“¡Soy una artista! expresa con pasión, llenado su croquera con emoción”.

Lic Germán Rothstein

Contribución Plástica Portada:  Marisol M (Chile)
https://marisolm-arte.blogspot.com.ar/

Producciones Gráficas: «Eme»

DAME TU AMOR COMO UN ACTO DE MAGIA.
El día de tu inocente pregunta pensé que el conceptualismo nos ayudaría a ver las ideas aunque no tengan su correlación en el mundo concreto, especialmente si son fotografías irónicas o figuras que no valen por su obra en sí sino por lo que agregan. Al ser partícipe de ese acto de magia que toda fotografía envuelve notamos que es singular ya que no es replicable en otro espacio y tiempo, no es una obra conceptualista donde el símbolo es su esencia, como lo es esta foto en su incapacidad desamorada. El encanto del acto de magia se valida a pesar de la realidad en gracia del amor.
Foto de Chema Madoz. Texto de Mauricio Gutiérrez.

Firmado por: SAFE CREATIVE, S.L.. A fecha: 04-oct-2018 0:43:35 UTC
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